lunes, 20 de octubre de 2008

Las razones del Gobierno Nacional y Popular

En medio de la crisis financiera internacional, el Gobierno decidió ponerle fin al sistema de jubilación privada. El anuncio será realizado hoy en la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses). Los cambios, según fuentes oficiales, se realizarán porque "la actual crisis pone brutalmente en evidencia que el sistema privado es conceptualmente inadecuado". La modificación, importantísima en lo que se refiere a las finanzas nacionales, será realizada apenas dos semanas después de que el Gobierno se jactara a los cuatro vientos de la solidez de la economía argentina, por lo que no haría falta apelar a medidas extraordinarias para afrontar las tormentas financieras del Primer Mundo. La medida que tomó la administración K, sin embargo, muestra cierta coherencia para un gobierno que se proclama de izquierda y se autodenomina “nacional y popular”. Es más, desde su lanzamiento, el sistema de capitalización actual fue cuestionado por todos los economistas y dirigentes considerados progresistas. Es que dejar en manos privadas -con la consecuente falta de garantías-, los ahorros previsionales de toda una vida de trabajo es un riesgo demasiado grande según el punto de vista de esta corriente de pensamiento. ¿Qué podría haber pasado con esos ahorros se hubiesen invertido en créditos subprime? Simplemente las Administradoras habrían quebrado con una crisis similar a la que viven muchos ahorristas de Estados Unidos. Sin embargo, la Argentina es un caso especial. Las AFJP invirtieron en papeles que tuvieron un destino similar al de los tóxicos bonos estadounidenses: compraron bonos de la deuda nacional en los peores momentos, en una operación que ni el más estúpido o ignorante de los inversores realizaría. Lo curioso es que fueron obligadas por el Gobierno argentino, primero con Cavallo y luego con Kirchner. Así que, en nuestro país, donde el respeto a la propiedad privada y las convicciones estuvo y está estrictamente determinado por las coyunturales necesidades de caja, una discusión racional sobre la cuestión es una pérdida de tiempo. El Gobierno nacional se prepara a echar mano de los ahorros de los trabajadores para evitar un default, es decir, para pagar la deuda externa. La nacionalización (¿confiscación?) de esos fondos no se realizará para avanzar con la justicia social, ni para dar mayor educación a los habitantes ni para terminar con la pobreza del país.

martes, 14 de octubre de 2008

Argentina frente a la crisis mundial

En su edición del domingo, el diario La Nación criticó los planes del Gobierno argentino frente a la crisis financiera. En una columna de opinión, Carlos Pagni describió cómo la administración actual había decidido actuar en oposición a la forma en que enfrentan la mayoría de los demás países del mundo el problema. “Los líderes de las principales potencias coincidieron durante el fin de semana en que la crisis de la economía global debe ser enfrentada, como lo fue la Gran Depresión de los años 30, con políticas monetarias y fiscales expansivas, capaces de atenuar la contracción de los próximos años. Esa corriente internacional encuentra a la Argentina, otra vez, nadando en contra. Mientras sus colegas se preparan para devaluar y gastar más, los Kirchner están inquietos por asegurar el superávit fiscal, resistir la corrida contra el dólar y contener la inflación. El mundo vuelve a Keynes (que formuló sus teorías en el marco de aquella depresión) y se cruza con el gobierno argentino, que sale de viaje hacia la ortodoxia”. Esta columna fue publicada antes que el Gobierno argentino anunciara medidas en la Aduana para frenar las importaciones, pocas horas después, se comunicara con el ministerio de Hacienda brasileño para subir el arancel a las productos de fuera del Mercosur, lo que fue descartado por el Gobierno de Lula Da Silva, que en realidad lo que busca es aumentar el intercambio comercial con el mundo para evitar una recesión en su país. Pese a los discursos, sobre el “valor agregado” que debieran tener los productos argentinos, nadie como Cristina Fernández ha desperdiciado tantas oportunidades para el real desarrollo de la industria argentina, con el agravante de que este Gobierno se ha financiado fundamentalmente de una materia prima como la soja, cuya producción insume un mínimo de empleos. Si el Gobierno Nacional no reacciona en defensa de los puestos de trabajo y de la producción nacional, y sólo se ocupa de la caja estatal, las consecuencias de la crisis en el país se sentirán mucho más que en los países donde se originaron los problemas.

lunes, 6 de octubre de 2008

Borges, la democracia, los subprime, y la libertad


El anciano Jorge Luis Borges dialoga con el joven Jorge Luis Borges en un banco de plaza en Cambridge y/o Ginebra en 1969 y/o 1918. El anciano realiza un diagnóstico histórico del mundo y del país hacia 1969: "-En lo que se refiere a la historia... Hubo otra guerra, casi entre los mismos antagonistas. Francia no tardó en capitular; Inglaterra y América libraron contra un dictador alemán, que se llamaba Hitler, la cíclica batalla de Waterloo. Buenos Aires, hacía mil novecientos cuarenta y seis, engendró otro Rosas, bastante parecido a nuestro pariente. El cincuenta y cinco, la provincia de Córdoba nos salvó, como antes Entre Ríos. Ahora, las cosas andan mal. Rusia está apoderándose del planeta; América, trabada por la superstición de la democracia, no se resuelve a ser un imperio. Cada día que pasa nuestro país es más provinciano. Más provinciano y más engreído, como si cerrara los ojos. No me sorprendería que la enseñanza del latín fuera reemplazada por la del guaraní".
Las palabras del anciano Borges son un fiel reflejo de lo que fue el pensamiento conservador de la época. Sin embargo, hay una característica de esa concepción que unió por igual a todas corrientes ideológicas de ese tiempo: la subestimación de la importancia de la democracia, a la que sin miramientos ni culpa, el más famoso de los escritores argentinos no teme en llamar superstición.
Martín Caparrós, un ex militante montonero y, ahora –a mi criterio- el periodista de mayor honestidad intelectual e histórica, y objetividad (si existe tal cosa), admite que los militantes revolucionarios también profesaron este desprecio por la democracia al confesar a su pesar, las coincidencias con el ex represor Luciano Benjamín Menéndez: “Por eso estoy de acuerdo con el hijo de mil putas cuando dice que “los guerrilleros no pueden decir que actuaban en defensa de la democracia”. Tan de acuerdo que lo escribí por primera vez en 1993, cuando ví a Firmenich diciendo por televisión que los Montoneros peleábamos por la democracia: mentira cochina. Entonces escribí que creíamos muy sinceramente que la lucha armada era la única forma de llegar al poder, que incluso lo cantábamos: “Con las urnas al gobierno / con las armas al poder”, y que falsear la historia era lo peor que se les podía hacer a sus protagonistas: una forma de volver a desaparecer a los desaparecidos. Me indigné y, de tan indignado, quise escribir La voluntad para contar quiénes habían sido y qué querían realmente los militantes revolucionarios de los años sesentas y setentas”.
Con esta introducción intento mostrar que pese a las ideologías nadie es ajeno a su tiempo e inevitablemente, por grande que sea el esfuerzo intelectual, es difícil que esquivemos esos vicios, esos descuidos que por negligencia, cobardía, debilidad o comodidad, pueden generar los más terribles episodios como los de la historia reciente en América Latina.
Como a fines de los 60, hoy también el Mundo enfrenta una época de cambios. Los ánimos ahora no están tan exacerbados como entonces. Los proyectos mesiánicos, las teorías fundamentalistas, racionales o dogmáticas, las soluciones finales, ahora son debatidas y hasta rebatidas con claros ejemplos históricos, con una libertad inédita en muchísimos años.
Con la crisis financiera, ya muchos se atreven a anticipar el fin de la hegemonía de los Estados Unidos. El desplome de los cuestionados bancos de inversión, cuyo golpe de gracia fue caída de los créditos subprime, ha dejado al país más poderoso del mundo en una posición de debilidad inédita, desde que comenzó a convertirse en imperio.
Muchos celebran el debilitamiento y la debacle no sólo de un imperio, sino también el fracaso de una visión político-económica. Este es el punto más importante de los debates que deben surgir a partir de la crisis: ¿Qué es lo que de verdad fracasó y cuáles son las verdaderas falencias e injusticias del modelo estadounidense?.
Hay muchos buitres dando vuelta, muchos profetas totalitarios, tanto de izquierda como de derecha, esperando la oportunidad para deshacer de un plumazo todos los logros sobre democracia y sobre libertades individuales conseguidos en los últimos años. Ellos intentan mostrar que esos avances en las libertades de los individuos, poseen el gen de las desigualdades del sistema estadounidense, que cae ante los ojos del mundo. El gen de la destrucción, de la codicia (esa que se les endilga a los yuppies de Wall Street), que ahora provoca la decadencia no sólo económica, sino también moral del imperio que se derrumba.
“Mientras Estados Unidos y Europa, con distintas modalidades, abandonaron las políticas industriales activas y se conformaron en los últimos lustros con vivir artificialmente de un complejo entramado de especulación financiera, las principales economías asiáticas, con China e India a la cabeza, reorganizaron su base productiva, aceleraron su capacidad tecnológica, incrementaron su participación en el comercio mundial y elevaron sus reservas internacionales”, asegura el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés, Juan Gabriel Tokatlian.
Hay que tener mucho cuidado en los análisis y ser minucioso en los matices para no cometer errores pasados. No es la democracia, no son las libertades individuales, lo que provocó la crisis ni lo que está en crisis.
No cometamos el error de menospreciar los logros recientes, encandilados por borrosas promesas revolucionarias o reaccionarias, de igualdad, moral o dignidad.
Hacia un verdadero cambio lo que hay que exigir es más de eso: más libertad, más igualdad, más moral, más dignidad, sin resignar nada de la libertad conseguida hasta aquí…