miércoles, 17 de febrero de 2010

De Galtieri a Cristina Fernández

La limitación a la navegación en aguas alrededor de las Islas Malvinas decretado por la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, provocó la agitación del fantasma del conflicto bélico con Gran Bretaña. Esa fue, por lo menos, la visión de los medios internacionales, sobre todo británicos. "La Argentina bloqueará las aguas de las Malvinas en disputa por derechos sobre el petróleo", titula el Times de Londres, que acompaña la nota con una fotografía de la marcha de las tropas británicas durante la guerra de 1982. Pero no fue sólo en Gran Bretaña. En España, un país históricamente más relacionado con la realidad argentina, el diario El País reproduce la noticia bajo el título de "Cristina Fernández agita el fantasma de las Malvinas", y sostiene que la decisión presidencial fue tomada en medio de las acusaciones de corrupción, la crisis económica y la inflación en nuestro país. "Con su Gobierno cada vez más debilitado por las acusaciones de corrupción y acuciado por la crisis económica y la inflación, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha decidido agitar el fantasma de las Malvinas, que desde hace años enfrenta a Argentina y Reino Unido", afirmó el matutino español. La visión del diario ibérico pone énfasis en una cuestión fundamental para el desenlace de conflicto –por ahora- diplomático: la debilidad del Gobierno Nacional. Como en 1982, cuando el presidente de facto Leopoldo Galtieri gobernaba, el Poder Ejecutivo nacional sufre una casi absoluta impopularidad. Estos conflictos suelen ser caldo de cultivo para la efervescencia de los nacionalismos más retrógrados. Nadie, ningún político en sus cabales ni opositor ni oficialista, apoyará las pretensiones británicas. Sin embargo, ante la avanzada británica siempre debe quedar en claro que el fin último de cualquier decisión argentina debe ser el beneficio de la sociedad argentina y la soberanía nacional y no, como sucede con muchas decisiones oficiales, las necesidades política de los dirigentes que sólo por ahora, ocupan los más altos cargos políticos del país.

viernes, 12 de febrero de 2010

Degollado, tuerto, ley y moral

En una nota que el sitio web Perfil tituló “El degollado se ríe del tuerto”, informa que la ex ministra de Economía Felisa Miceli, que tuvo que irse del Gobierno de Néstor Kirchner en medio de un escándalo cuando encontraron una bolsa con una gran suma de dinero en su baño privado de Economía, se sumó a las críticas contra Néstor Kirchner por haber comprado 2 millones de dólares en un mes en el cual la divisa tuvo un repunte en su cotización respecto el peso. "A mí personalmente no me gustó, no me pareció bien", afirmó Miceli a radio América, cuando se la consultó sobre la actitud del ex Presidente, y agregó: "Está claro que desde el Ministerio de Economía, el Banco Central y la Presidencia se maneja información privilegiada que no debe usarse para cuestiones personales de los funcionarios". ¿Con qué derecho la ex funcionaria le reclama al ex Presidente? La diferencia entre los dos es que Miceli tuvo que renunciar a su cargo y en la actualidad debe dar precisas explicaciones a la Justicia por el caso, mientras Kirchner se limitó intentar una difusa aclaración –sin demasiado esfuerzo- a través de un periodista ultra K. Antes, los funcionarios sospechados se iban del Gobierno, como también se intentaba despegar la imagen del Ejecutivo de los dirigentes polémicos. Pero esto ya no sucede. Es más, casi refriegan en la cara de la sociedad la arbitrariedad con que se dirigen muchos funcionarios, por ejemplo Guillermo Moreno. La falta de explicaciones de Néstor Kirchner es en realidad la jactanciosa demostración de que el Gobierno está decidido a dividir la moral y la ley. Pese a algunos inútiles esfuerzos de la Presidenta, el kirchnerismo ya no se preocupa de que sus actos sean vistos por la sociedad como actos morales. Le basta con que sean legales para evitar que las instituciones de la Nación puedan ponerle coto. La erosión del apoyo popular, ese que se funda en la confianza y la capacidad que cree la sociedad tiene un gobierno, ya le ha dado la espalda definitivamente al Poder Ejecutivo. Ha comenzado una transición que el kirchnerismo se niega a admitir y está empecinado en demostrar que lo evidente no es real, sin importar los costos. Los dirigentes oficialistas son, como ellos calificaron a todo lo que le antecedió, lo viejo que se niega a morir. Conservar la paz y la estabilidad social hasta la asunción del próximo gobierno, es el gran desafío de la sociedad argentina.