lunes, 6 de octubre de 2008

Borges, la democracia, los subprime, y la libertad


El anciano Jorge Luis Borges dialoga con el joven Jorge Luis Borges en un banco de plaza en Cambridge y/o Ginebra en 1969 y/o 1918. El anciano realiza un diagnóstico histórico del mundo y del país hacia 1969: "-En lo que se refiere a la historia... Hubo otra guerra, casi entre los mismos antagonistas. Francia no tardó en capitular; Inglaterra y América libraron contra un dictador alemán, que se llamaba Hitler, la cíclica batalla de Waterloo. Buenos Aires, hacía mil novecientos cuarenta y seis, engendró otro Rosas, bastante parecido a nuestro pariente. El cincuenta y cinco, la provincia de Córdoba nos salvó, como antes Entre Ríos. Ahora, las cosas andan mal. Rusia está apoderándose del planeta; América, trabada por la superstición de la democracia, no se resuelve a ser un imperio. Cada día que pasa nuestro país es más provinciano. Más provinciano y más engreído, como si cerrara los ojos. No me sorprendería que la enseñanza del latín fuera reemplazada por la del guaraní".
Las palabras del anciano Borges son un fiel reflejo de lo que fue el pensamiento conservador de la época. Sin embargo, hay una característica de esa concepción que unió por igual a todas corrientes ideológicas de ese tiempo: la subestimación de la importancia de la democracia, a la que sin miramientos ni culpa, el más famoso de los escritores argentinos no teme en llamar superstición.
Martín Caparrós, un ex militante montonero y, ahora –a mi criterio- el periodista de mayor honestidad intelectual e histórica, y objetividad (si existe tal cosa), admite que los militantes revolucionarios también profesaron este desprecio por la democracia al confesar a su pesar, las coincidencias con el ex represor Luciano Benjamín Menéndez: “Por eso estoy de acuerdo con el hijo de mil putas cuando dice que “los guerrilleros no pueden decir que actuaban en defensa de la democracia”. Tan de acuerdo que lo escribí por primera vez en 1993, cuando ví a Firmenich diciendo por televisión que los Montoneros peleábamos por la democracia: mentira cochina. Entonces escribí que creíamos muy sinceramente que la lucha armada era la única forma de llegar al poder, que incluso lo cantábamos: “Con las urnas al gobierno / con las armas al poder”, y que falsear la historia era lo peor que se les podía hacer a sus protagonistas: una forma de volver a desaparecer a los desaparecidos. Me indigné y, de tan indignado, quise escribir La voluntad para contar quiénes habían sido y qué querían realmente los militantes revolucionarios de los años sesentas y setentas”.
Con esta introducción intento mostrar que pese a las ideologías nadie es ajeno a su tiempo e inevitablemente, por grande que sea el esfuerzo intelectual, es difícil que esquivemos esos vicios, esos descuidos que por negligencia, cobardía, debilidad o comodidad, pueden generar los más terribles episodios como los de la historia reciente en América Latina.
Como a fines de los 60, hoy también el Mundo enfrenta una época de cambios. Los ánimos ahora no están tan exacerbados como entonces. Los proyectos mesiánicos, las teorías fundamentalistas, racionales o dogmáticas, las soluciones finales, ahora son debatidas y hasta rebatidas con claros ejemplos históricos, con una libertad inédita en muchísimos años.
Con la crisis financiera, ya muchos se atreven a anticipar el fin de la hegemonía de los Estados Unidos. El desplome de los cuestionados bancos de inversión, cuyo golpe de gracia fue caída de los créditos subprime, ha dejado al país más poderoso del mundo en una posición de debilidad inédita, desde que comenzó a convertirse en imperio.
Muchos celebran el debilitamiento y la debacle no sólo de un imperio, sino también el fracaso de una visión político-económica. Este es el punto más importante de los debates que deben surgir a partir de la crisis: ¿Qué es lo que de verdad fracasó y cuáles son las verdaderas falencias e injusticias del modelo estadounidense?.
Hay muchos buitres dando vuelta, muchos profetas totalitarios, tanto de izquierda como de derecha, esperando la oportunidad para deshacer de un plumazo todos los logros sobre democracia y sobre libertades individuales conseguidos en los últimos años. Ellos intentan mostrar que esos avances en las libertades de los individuos, poseen el gen de las desigualdades del sistema estadounidense, que cae ante los ojos del mundo. El gen de la destrucción, de la codicia (esa que se les endilga a los yuppies de Wall Street), que ahora provoca la decadencia no sólo económica, sino también moral del imperio que se derrumba.
“Mientras Estados Unidos y Europa, con distintas modalidades, abandonaron las políticas industriales activas y se conformaron en los últimos lustros con vivir artificialmente de un complejo entramado de especulación financiera, las principales economías asiáticas, con China e India a la cabeza, reorganizaron su base productiva, aceleraron su capacidad tecnológica, incrementaron su participación en el comercio mundial y elevaron sus reservas internacionales”, asegura el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés, Juan Gabriel Tokatlian.
Hay que tener mucho cuidado en los análisis y ser minucioso en los matices para no cometer errores pasados. No es la democracia, no son las libertades individuales, lo que provocó la crisis ni lo que está en crisis.
No cometamos el error de menospreciar los logros recientes, encandilados por borrosas promesas revolucionarias o reaccionarias, de igualdad, moral o dignidad.
Hacia un verdadero cambio lo que hay que exigir es más de eso: más libertad, más igualdad, más moral, más dignidad, sin resignar nada de la libertad conseguida hasta aquí…

1 comentario:

Javier Noguera dijo...

Estuve visitando tu blog: Muy buen trabajo German. Mis felicitaciones. Un abrazo.