domingo, 5 de abril de 2009

Alfonsín y la sociedad


Este editorial, ya no debería ser sobre Raúl Alfonsín. Si como afirma Carlos Pagni en La Nación “la experiencia alfonsinista fue tan tormentosa que casi todas sus iniciativas indignaron a muchos de los que hoy lo homenajean”, y ennumera: “Punto Final y Obediencia Debida, hiperinflación, salida anticipada del poder, pacto de Olivos, colapso de la Alianza y establecimiento del duhaldismo en el gobierno”. Entonces sin duda ya no tendríamos que estar hablando de él, y más con lo que reclama Jorge Lanata, en Crítica de la Argentina, como un hijo a un padre: “¿Por qué nunca nos dijo quiénes fueron los responsables del ‘golpe de mercado’ que lo obligó a entregar el poder seis meses antes?”. Entonces no se comprenden los homenajes de todo el espectro político argentino. No se comprenden las lágrimas derramadas desde que se conoció su muerte ni tampoco las inesperadas multitudes que asistieron a despedirlo en un acto que no tiene antecedentes desde la muerte de Perón, de quien sí se dijo –y se dice- fue un gran gobernante. Fue sorprendente e inesperado. ¿Qué pasa entonces que recién hoy reconocemos los méritos y la capacidad de Alfonsín y hasta quizás añoramos un presidente como lo fue él? La respuesta podría ser que la sociedad argentina era, por aquel entonces, democráticamente inmadura y no tenía la capacidad para valorar a ese gigante dirigente, que no tuvo el margen del que gozaron sus sucesores para gobernar. La respuesta puede ser que ahora sí, después de 25 años, la sociedad argentina ha comenzado a valorar la honestidad, la cautela y las convicciones, por sobre las promesas mesiánicas y las soluciones finales. La respuesta puede ser que, gracias a Alfonsín y hombres como él, que perseveraron en la defensa de la institucionalidad por sobre las crisis coyunturales, que hoy el pueblo argentino está más maduro que la clase política. Quizás por eso, hoy es la sociedad la que contiene los excesos de quienes ostentan el poder, y no como le ocurrió a Alfonsín, que fue él quien contuvo las pasiones exacerbadas para proteger la libertad, la democracia, de la que ahora gozamos todos.

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