jueves, 24 de julio de 2008

De gallos, dinosaurios y otras yerbas


Martín Lousteau era considerado un joven economista brillante, con una destacada carrera y un gran carácter. Sin embargo, jamás fue respaldado por Néstor Kirchner de los grotescos atropellos de Guillermo Moreno. El ex presidente presenció esas disputas casi con regocijo, como el dueño de un viejo e invencible gallo de riña (Moreno), que destrozaba promisorios novatos. No se fue por ser el responsable directo de la creación de las retenciones móviles, sino porque no tuvo apoyo interno para seguir adelante. Así sucedió con muchos otros ministros o secretarios. El antecesor de Lousteau en el cargo, Miguel Peirano, se fue por la misma razón. Pero Kirchner tiene además otros gallos, menos ruidosos pero más peligrosos y poderosos. Ellos son, entre otros, Julio De Vido y Ricardo Jaime, quienes han resistido todos los escándalos y las crisis, como los casos Skanska, Valijagate o los injustificables subsidios a empresas de transporte. Hasta aquí, Alberto Fernández fue el único que buscó un poco de equilibrio de poder. Se inmoló en una disputa en la que fue privado de las herramientas (armas) para lograr una solución (victoria). Respetado o repudiado, fue quien dio la cara. El se fue y el sector más criticado del Gobierno, ese heredado por la Presidenta Cristina Fernández, seguirá. El núcleo duro K se mantiene indemne, incluso de la derrota en el Senado, porque quien más sufrió fue obviamente la Presidenta, que absurdamente se expuso en una batalla sobrevalorada. Sergio Massa es joven, emprendedor, inteligente y capaz. Sin embargo, esas características se han ido convirtiendo en una rareza entre los altos funcionarios del Gabinete Nacional. Quizás el diputado Fellner tenga razón en que Massa es una “brisa de aire fresco” para el Gobierno Nacional, pero si es así, seguro ya debe haber unos cuántos dinosaurios tratando de cerrar la ventana, y hermetizar -más aún- a la Casa Rosada.

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